martes, 27 de noviembre de 2012

En recuerdo.


En estos últimos días se suceden los aniversarios y fallecimientos de personas que nos hicieron pasar muchos momentos especiales en nuestra vida, gente entrañable, memorable y querida por todo el mundo, como el aniversario de la muerte de Freddie Mercury, la muerte de Miliki, de Tony Leblanc, el compositor Juan Carlos Calderón o del actor que encarnaba a JR Larry Hagman.
 


Además tal día como hoy fallecía alguien también muy especial sobre todo para los niños que la veíamos por televisión recitando sus poesías Gloria Fuertes. Para los más jóvenes que no la conozcáis os dejo una poesía y algún enlace más. Que descansen en paz y gracias.
 
 


  
DOÑA PITO PITURRA
 
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
Muy elegantes.
 
Doña Pito Piturra
Tiene un sombrero,
Doña Pito Piturra
Con un plumero.
 
Doña Pito Piturra
Tiene un zapato,
Doña Pito Piturra
Le viene ancho.
 
Doña Pito Piturra
Tiene toquillas,
Doña Pito Piturra
Con tres polillas.
 
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
Le están muy grandes.
 
Doña Pito Piturra
Tiene unos guantes,
Doña Pito Piturra
¡lo he dicho antes!


martes, 20 de noviembre de 2012

EL BLOGUERO INVISIBLE



Desde que vi esta propuesta del blog de Kayena me dije “tengo que participar” pero llevo unos días bastante liadilla y no encontraba el momento de ponerme a ello. Para quien no conozca todavía esta fantástica iniciativa del “Bloguero invisible” podéis pinchar en el enlace que enlaza a la entrada del blog donde lo explica perfectamente. Aprovecho para darle las gracias a Kayena por esta iniciativa, por lo menos un libro vamos a tener de regalo en reyes.


Aunque lo más complicado ha sido elegir el libro que iba a regalar. Me ha costado bastante decidirme espero haber acertado con mi elección La caverna de José Saramago un libro que leí hace tiempo pero que recuerdo haber disfrutado mucho con sus reflexiones os dejo la sinopsis.


La caverna

Una pequeña alfarería, un centro comercial gigantesco. Un mundo en rápido proceso de extinción, otro que crece y se multiplica como un juego de espejos donde no parece haber limites para la ilusión engañosa. La caverna habla de un modo de vivir que cada vez va siendo menos el nuestro. Todos los días se extinguen especies animales y vegetales, todos los días hay profesiones que se tornan inútiles, idiomas que dejan de tener personas que los hablen, tradiciones que pierden sentido, sentimientos que se convierten en sus contrarios.

Una familia de alfareros comprende que ha dejado de serle necesaria al mundo. Como una serpiente que muda de piel para poder crecer en otra que más adelante también se volverá pequeña, el centro comercial dice a la alfarería: “Muere, ya no necesito de ti”.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La aventura del tocador de señoras - Eduardo Mendoza


 
Eduardo Mendoza - La aventura del tocador de señorasLa contraportada

La aventura del tocador de señoras retoma las enloquecidas aventuras del innombrado protagonista de El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, convertido esta vez en peluquero ocasional, buscavidas incondicional y victima de un engaño que le obliga a investigar un asesinato para salvar su propio pellejo.

Algo más entrado en años, pero igual de estrambótico, nuestro héroe abandona definitivamente el manicomio en el que lleva décadas confinado, con la idea de encauzar su vida. No se espera de él que resuelva enigma alguno, pero su destino le llevará a hacerlo. Tampoco la ciudad que le aguarda es la Barcelona cambiante de la transición o la todavía en ebullición de comienzos de los años ochenta: nos encontramos en la resaca postolímpica, en un mundo que se ha vuelto a la vez más turbio y más complejo, pero cuyas leyes permanecen tan inescrutables para el improvisado sabueso como las de antaño. Sin más recursos que los que le brinda un instinto que sin él saberlo es el propio del pícaro, ha de encararse a una malla de lianas invisibles, aunque mortíferas, que tejen un entramado de crimen y corrupción.


Mi opinión


Esta vez quería leer un libro menos triste que los anteriores, no tuve que mirar mucho por mi estantería para encontrar el libro perfecto. Es de un escritor español que llevaba tiempo queriendo leer, que ha ganado muchos premios en su carrera literaria y encima con este libro cambio totalmente de género literario después de tantas pistas no puede ser otro que Eduardo Mendoza con La aventura del tocador de señoras. Y vaya si he cambiado de género, si lo tuve difícil para clasificar a La ladrona de libros con La aventura del tocador de señoras no he tenido ese problema desde que leí la primera página lo tuve claro ¡este libro es surrealista! (no se si existe este género literario pero es la palabra que mejor define a este libro).


La aventura empieza cuando el protagonista, que no tiene nombre, sale del manicomio (mejor dicho lo echan) y se va a Barcelona a buscar a su hermana Cándida a ver si le echa una mano. Cuando la encuentra resulta que está casada entonces su cuñado le propone que trabaje en su negocio que no es otro que una peluquería. Nuestro personaje metido a peluquero cree que su vida se esta normalizando hasta que se ve implicado en un asesinato.

Desde el primer momento en que empecé a leer como el peluquero anónimo va contando sus peripecias me di cuenta de algo importante, este libro no me lo podía leer a la hora de la siesta porque no iba a dejar dormir a nadie. No pensé que me iba a reir tanto con este libro pero es imposible no reírse con algunas de las situaciones por las que pasa el protagonista y los personajes de los que se rodea. Os pongo como ejemplo un personaje con el que se encuentra el protagonista, se llama Cañuto y está contando coches en la autopista, antes de estar en el manicomio era un ladrón de bancos que robaba con una pistola de juguete y una bomba de verdad.  Este libro tiene lo necesario para ser una novela policiaca pero Mendoza le da la vuelta y crea una historia ingeniosa con mucho sentido del humor.  Además como fondo de la trama el autor hace una crítica a la clase política (bueno más bien la ridiculiza) y a la corrupción, todos estos ingredientes hacen que esta novela sea una lectura muy divertida y recomendable.

Os dejo una frase del libro que me ha encantado dice “… que todos los allí encerrados perciben claramente la locura de los demás pero ninguno la propia”.

Resumiendo para mí ha sido todo un descubrimiento Eduardo Mendoza me ha gustado mucho su lado humorístico ahora me queda conocer su lado más serio ¿qué libro me recomendáis?



 

El autor

Eduardo Mendoza nació en Barcelona en 1943. Ha publicado La verdad sobre el caso Savolta (1975), que obtuvo el Premio de la Crítica, El misterio de la cripta embrujada (1979), El laberinto de la aceitunas (1982), La ciudad de los prodigios (1986), Premio Ciudad de Barcelona, La isla inaudita (1989), Sin noticias de Gurb (1991), El año del diluvio (1992), Una comedia ligera (1996), por la que obtuvo en 1998 en París el Premio al Mejor Libro Extranjero, referido además a todo el conjunto de su obra, La aventura del tocador de señoras (2001), Premio al Libro del año por el gremio de libreros de Madrid, El último trayecto de Horacio Dos (2002), Mauricio o las elecciones primarias (2006), Premio de Novela por la Fundación José Manuel Lara, El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008), Premio Terenci Moix y Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao. Además ha escrito el libro de relatos Tres vidas de santos (2009) o la obra de teatro Restauración (1991) en su versión en castellano y en catalán. Con Riña de gatos. Madrid, 1936, ganó el Premio Planeta 2010 y su última novela publicada El enredo de la bolsa y la vida (2012).

jueves, 8 de noviembre de 2012

LISTAS DE LOS MEJORES LIBROS



Casi todas las páginas de internet, periódicos o blogs tienen sus propias listas de las mejores canciones, películas, libros o de lo que sea. Solo con poner “los mejores” en nuestro buscador salen miles de resultados.

Estuve mirando en Wikipedia esta lista Los 100 libros del siglo XX que el periódico francés Le Monde realizó en el año 1999 donde se preguntaba a los encuestados ¿Qué libros se habían quedado en su memoria?. Esta encuesta dio como resultado una lista de premios nobel, grandes novelas, pensadores o poetas donde los tres primeros puestos son para Camus, Proust y Kafka.

Lo primero que pensé después de leerme los cien títulos fue que yo no pude con El Quijote y los franceses se han leído a Camus o a Sartre también puede ser que hayan mentido en la encuesta para quedar bien como hace todo el mundo. Lo segundo es que hay muy pocos autores de habla hispana y tercero que esta encuesta coincide bastante poco con mi estantería.

Después de apuntar más de una joya de la literatura universal para incorporarla a mi larga lista de pendientes me puse a buscar otra encuesta menos profunda y pensé en la página que miro cuando quiero ver lo que opina la gente del libro que quiero comprarme Quelibroleo.com.

En los enlaces que os dejo abajo podéis encontrar tres listas: Los 100 mejores libros del siglo elegidos por Le Monde, Los 100 mejores libros de la literatura universal en español y Los 100 mejores libros según los usuarios de Quelibroleo. Se puede estar más o menos de acuerdo con la selección que hicieron los usuarios de esta página pero hay libros para todos los gustos y yo tengo algunos en mi estantería. ¿Y vosotros que opináis? un saludo y buenas lecturas.

Dejo aquí los enlaces




 

viernes, 2 de noviembre de 2012

El monte de las ánimas - Gustavo Adolfo Bécquer




El monte de las ánimas
Gustavo Adolfo Bécquer



La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.

Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.

Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.


I


-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.

Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.

Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.

Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.


II


Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:

-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:

-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.

-¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:

-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

-Sí.

-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

-No sé.... en el monte acaso.

-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!

Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:

-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:

-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:

-Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto.

-¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.

A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.


III


Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.

Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio.

Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.

-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!


IV


Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Segundo Apunte de Halloween


 
Según cuentan en Almodóvar del Río (Córdoba) tienen un fantasma en su castillo que ya ha asustado a más de un turista. Esta historia la encontré gracias a la página de Misterios e historia de Andalucía en Facebook que publicaron esta versión de Alfonso Luna, conservador del castillo.

Dice la leyenda que a principios del siglo XIII, después de la Reconquista de Fernando III, el rey musulmán que reinaba en aquella fortaleza salió a defender sus tierras de los ataques cristianos dejando en el castillo a su esposa Zaida. Pero cuando se fue el rey encerraron a la princesa primero en las mazmorras y más tarde en la torre del homenaje desde donde esperaba a que su marido regresara y la liberara. Un día a través de las ventanas de la torre la princesa pudo ver a lo lejos un caballo, era el caballo de su marido, pero regresaba solo sin su dueño. La noticia provocó en ella una profunda depresión y llena de tristeza se encerró voluntariamente de nuevo en las mazmorras. Después de varios días sin comer murió pero ¿abandonó el castillo?.

Existen testimonios de visitantes y habitantes del pueblo que hace años que se producen ruidos extraños y apariciones de una mujer vestida de blanco en el interior del castillo. ¿Conocíais esta historia?